Marcel Reich-Ranicki, Los abogados de la literatura
EL ENSAYO DE UN CLÁSICO
Marcel Reich-Ranicki, Los abogados de la literatura
Trad. de José Luis Gil Aristu. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2006. 490 págs.
Anna Rossell
En una de sus referencias al trabajo del crítico literario, Marcel Reich-Ranicki (1920, Wloclawek, Polonia) afirma que “la crítica sin amor ni entusiasmo es dañina; [...] es una contradicción en sí misma” y en este contexto escribe sobre Joachim Kaiser: “De ese imperturbable amor a la literatura y de ese entusiasmo [...] nace el carácter impulsivo y sugerente de sus artículos.” Sin quererlo Reich-Ranicki resume aquí la esencia de su relación con la literatura y de su propio quehacer como crítico. Porque este influyente publicista y crítico literario polaco-alemán de ascendencia judía, temido por la contundencia y el efecto de sus opiniones y conocido por ello como el Pontífice de la literatura alemana, es asimismo un enamorado y entusiasta, impulsivo y sugerente. Se podrá estar de acuerdo o no con sus juicios, se le podrá reprochar su ademán en extremo categórico y un obsesivo gusto por la polémica, pero es indudable que estos rasgos de su actuación como agente e impulsor de las letras alemanas nacen de su pasión por la literatura y de su profunda fe en la crítica bien entendida. La rotundidad de sus opiniones, que a primera vista parecen no admitir réplica, apunta en realidad a lo contrario, a incentivar el debate enriquecedor, no como estrategia, sino por la firme convicción de quien sabe que el carácter subjetivo de la interpretación no sólo es inevitable, sino deseable y no está reñido con la también necesaria objetivación.
Los abogados de la literatura, publicado en Alemania en primera edición en 1994, constituye una buena muestra de este modo de entender la crítica. Desde el criterio que ha guiado a Reich-Ranicki en la selección de los autores estudiados, pasando por los aspectos literarios, profesionales y humanos que destaca de ellos, como las obras que en ocasiones elige para juzgar y analizar su trabajo como críticos, todo en este libro lleva la huella inconfundible del ponderado apasionamiento –permítaseme la paradoja- del autor de esta encomiable colección de ensayos, que pasa revista a la crítica literaria en lengua alemana desde Lessing hasta la actualidad.
Los lectores en lengua española pueden congratularse del regalo que suponen estos veintitrés artículos de tan eminente conocedor de las letras alemanas y magistral pluma, en traducción de José Luis Gil Aristu, muy a la altura de las circunstancias. El volumen es una joya, tanto por la ocasión que brinda al interesado desconocedor del alemán de acercarse a algunos de los genios del mundo literario germánico, vedados para él hasta ahora, como por el peculiar modo con que aborda el leitmotiv que acompaña el recorrido de principio a fin: la reflexión sobre qué es y qué no es o no debe ser la crítica literaria. Tanto para quienes quieran conocer a aquellos autores como para los que se interesen sólo por esta reflexión el libro es lectura indispensable.
Friedrich Nicolai, Ludwig Börne, Alfred Kerr, Moritz Heimann, Alfred Polgar, Siegfried Jacobsohn, Friedrich Sieburg, Robert Minder, Hans Mayer, Friedrich Luft, o Hilde Spiel son algunos de los nombres, en general desconocidos por el público lector en español, seleccionados por Reich-Ranicki para seguir la trayectoria de la crítica de la literatura alemana a partir de Lessing, su fundador ilustrado, una disciplina entendida de modo tan dispar por unos y otros y sobre la que influyen tan diversos factores. Pudiera decirse que Reich-Ranicki hace en este volumen un ejercicio de doble arqueología, por remontarse en su estudio a los inicios y porque en cada uno de sus artículos se adentra en las bambalinas del mundo literario de cada cual y de su respectiva época, algo que él sabe hacer como pocos por la prolija erudición que le caracteriza. Aunque previamente publicados en periódicos inmediatamente después de ser escritos (casi siempre en Die Zeit y en el Frankfurter Allgemeine Zeitung) y sin que su gestación siguiera la cronología natural con que finalmente han quedado ordenados, según afirma el propio autor en el epílogo, todos los ensayos, con excepción de dos, fueron concebidos con la intención de componer un volumen, lo cual no está reñido con la voluntad de que cada uno tenga vida propia. Esto explica algunas repeticiones, que Reich-Ranicki conserva conscientemente para evitar el empobrecimiento del artículo en cuestión y que no están casi nunca de más, puesto que subrayan aspectos esencialmente relevantes para quien escribe.
En el transcurso de la lectura son numerosas las ocasiones en que pensamos que las palabras con que el autor se refiere a sus observados serían aplicables a sí mismo. Pero quizá una cita extraída del capítulo dedicado a Hilde Spiel sea la que más se ajuste al sello personal que él imprime a todo su quehacer y así también a este libro: “La visión subjetiva y el estilo individual son, precisamente, lo que hace del estudio o el tratado un ensayo. El ensayo permite reconocer, junto con todo lo demás, a un escritor que [...] está siempre presente [...] con sus pensamientos y sentimientos, sus opiniones y conocimientos, con su experiencia de la vida: tras el ensayo hay una persona completa [...]”. No es de extrañar que el carácter temperamental del autor impregne su obra desde su concepción hasta los últimos resquicios. Pero precisamente esta cualidad, unida a sus profundos conocimientos, hace tan penetrante y afinada su mirada hacia el objeto estudiado, y tan sutiles y diferenciadas sus observaciones. Reich-Ranicki sabe que deja fuera a muchos de los que también deberían estar –no es fácil la elección cuando el recorrido abarca más de dos siglos-, pero precisamente ahí radica uno de los méritos de este estudio que el autor ha tardado veinticinco años en concluir. El recorrido a través de estos elegidos retrata tanto la personalidad de quien escribe como a sus protagonistas, lo prueba el progresivo aumento de implicación personal a medida que su autor va acercándose al siglo veinte; la temperatura sube en relación directamente proporcional a la propia trayectoria vital del erudito que, como ocurre con los genios, no separa lo humano personal de lo intelectual profesional, sin que ello signifique que lo confunda. Que en ocasiones se tenga la sospecha de que se deja llevar en demasía por lo personal (por ejemplo en la decisión de incluir a Robert Minder, ubicado justo antes de Hans Mayer, como también en el hecho de que se centre con insistencia en el estudio de sólo dos de los ensayos de este último) no supone ninguna contradicción en quien está absolutamente convencido de que una crítica literaria de calidad sólo es posible si parte precisamente de esa implicación personal-intelectual, que incorpora el gusto individual y resulta de una interacción entre intérprete e interpretado no absolutamente objetivable. Contrariamente a lo que parece a primera vista Reich-Ranicki no se deja llevar por el impulso incontrolado, sino que practica un ejercicio de sana compensación de lo subjetivo al saber ponderar con inteligencia los aspectos negativos y positivos de quienes estudia -se diría que a veces polemiza consigo mismo- y nos ilustra al paso y entre líneas, huyendo de definiciones ortodoxas, sobre las diferencias entre reseña, retrato, estudio, tratado o ensayo literarios. Su mirada sagaz e insobornable no se detiene ante nada ni nadie, incluso cuando se trata de autores tradicionalmente intocables como Friedrich Schlegel, Goethe, Thomas Mann o Benjamin: fiel a sí mismo y a la crítica que defiende destruye perpetuados prejuicios, descubre datos ignorados y hace afirmaciones necesarias que sanean el enrarecido ambiente del mundo paraliterario. En este repaso de destacados de la crítica el propio Reich-Ranicki es el gran nombre ausente. Y sin embargo su omnipresencia lo convierte a los ojos del lector en el último llamado a cerrar esta galería de los grandes abogados de la literatura en lengua alemana del siglo XX.
(En: Quimera. Revista de Literatura)