ALICIA CANCELA, HOTELES LITERARIOS
LITERATURA DE SEGUIDORES
"Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿Por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti -morir pronto." APOLODORO.
El canal, la calleja, está y aún es, demasiado oscuro para ver esas ondas concéntricas que avanzan y se pierden. ¿Un guijarro? ¿Un remo? No, alguien ha muerto. Sin haberlo decidido. Alguien alargó la mano y aun los pasos hacia una imagen. Un empecinado, no un distraído.
Cualquier muerte dignifica, cualquier muerte nos salva, nos reconcilia. Cualquier muerte nos torna reales, cualquier muerte nos libra del resistir, aun esta muerte alcantarillada, pestilente en Venecia, cuando es más oscuro y la certeza de que sólo existe el agua avanza. Avanza como un bautismo, no sólo la cabeza, no, sino todo el cuerpo sometido a un verdadero Bautista, o a un Diluvio particular, casi mínimo, personal. Pues no hay vida justa, es azar, una equivocación de la naturaleza a la que sumamos nuestra equivocación metafísica, es bueno morir en el primer lecho, como negándolo todo, como olvidando. Para qué la memoria, siempre llueve, no sólo en el pasado. Es inútil la historia, nada hay que se aprenda, sólo existe el presente que se suma y ahora es muerte. No es propio aletargarnos en el existir, resistiendo, debiera ser más fácil alcanzar la única coronación posible a nuestra extrema debilidad.
Los fuegos de artificio celebran la muerte, el Carnaval, la Plaza de San Marcos, ¡la más bella del mundo! También ella y Venecia entera resisten a una muerte certera, apenas sostenida por la debilidad de los islotes sobre la que fue construida por los Aquileyos huyendo de los ataques del Bárbaro y que resistiendo en la vida elevaron una máscara para ocultar su debilidad
-La imposible Venecia-.
Carnaval, máscaras, Venecia, muerte, lo apolíneo y lo dionisíaco en un maridaje no poco prolífico.
La quietud del agua es violada por el ir y venir insensato de las góndolas por el canal. El agua, contrariamente a su esencia, aquí, parece desear espejarse, contener fielmente la otra marea, la humana, que corre por los puentes. Tanta belleza necesita un espejo. Sólo alguien lo presiente, acodado sobre el Puente de los Suspiros.
Cualquier belleza atrapa, cualquier belleza nos suspende, la que surge espontánea en la naturaleza, la del hecho artístico, la de comprender algo demasiado grande y que dejamos de comprender apenas comprendido. Cualquier belleza es como luz inaprensible qu se desvanece y ciega, como un velo en el que quedar prendido, -¿En cuál?, el saber, el arte, o la vida?- ¿En cuál se quedaría?
Venecia parece una muchacha engalanada y agitada en su primer baile. ¡Los disfraces, las máscaras, los fuegos de artificios celebran su belleza!
Apolo, guiando su carrro dorado, daba vueltas en la plaza, Gustavo pudo ver cómo le sonreía, un fuego le había iluminado, como destinado a ese rostro y para que él, en la distancia, pudiera percatarse. Sólo el rostro había asomado entre la multitud, un impulso le hizo abandonar el arco sobre el que estaba recostado y, a fuer de empellones y contínuos roces, acercarse para contemplarlo en su entera belleza. Unas piernas marmóreas, exquisitamente torneadas le servían de sustento. Los cabellos estaban encendidos, aureolando la cabeza, que esta vez, se inclinó para mostrarse, y aun se volvió, mientras el carro avanzaba. La túnica arrebatada por un viento, dejó al descubierto unas nalgas perfectas. Demasiado femeninas, pensó, y aún el gesto que le invitaba a seguirlo estaba en el aire, a lo lejos, sobre el carro. Sin dudar alargó la mano, abriéndose paso y como para saludarlo. Así seguía, cuando ya había abandonado la plaza y se aventuraba en los canales cada vez más oscuros.