Nueva reseña de Anna Rossell en: «Quimera. Revista de Literatura», núm. 423 marzo 2019.

  • Anna Rossell
  • Portada de la novela de Otto Basil, «Si el Führer lo supiera»

Anna Rossell, Un éxito inexplicable. Otto Basil, Si el Führer lo supiera, en: Quimera. Revista de Literatura, núm. 423, marzo 2019. Adquirir la revista en: https://tienda.revistaquimera.com/home/3110-revista-num-423-marzo-2019.html

Otto Basil

Si el Führer lo supiera

Traducción, prólogo y notas de José Aníbal Campos

Editorial Sexto, 2018, 477 pp.

 

por Anna Rossell

¿Cuáles son las razones del éxito? ¿Las del olvido o fracaso de una obra? Esta reflexión surge tras la lectura de Si el Führer lo supiera, teniendo en cuenta la aceptación que tuvo en el ámbito literario alemán cuando vio la luz en Viena, en 1966, y el resurgir que ha experimentado ahora, tras cuarenta años de silencio. Un enigma.

Es un hecho que Otto Basil (Viena, 1901-1983) sabe construir buenas caricaturas (Doderer, Heidegger, la acción de la novela del filonazi Josef Martin Bauer So weit die Füße tragenTan lejos como los pies me lleven—), logra crear ambientes dantescos con fuerza cinematográfica, que han suscitado su comparación con las «erupciones» de Quentin Tarantino (Marcel Atze), y que con razón se ha dicho (Alexander Kluy) que hay cierto parentesco entre Basil y Elfriede Jelinek. Pero una buena novela se construye sobre una sólida estructura, debe desarrollar una historia; no basta con instantáneas más o menos logradas, estas deben estar en función de un eje que las cohesione y dirija una acción. Y el texto del autor austríaco carece de este propósito; parece que Basil se dejara tentar por la idea de escribir a capricho sobre el tema que nos presenta —¿qué hubiera sucedido si Hitler hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial?— como un divertimento personal sin mayor aspiración.

Otto Basil, publicista austríaco de renombre, reconocido como escritor sobre todo por sus narraciones cortas, sus poemas y sus monografías (Georg Trakl y Johann Nestroy), se aventuró con alguna que otra novela, género en el que no consigue salir airoso.

Si el Führer lo supiera, es una ucronía: la bomba atómica, en 1945, no cayó en Hiroshima, sino en Londres, lanzada no por Norteamérica, sino por el Reich. La novela se ubica en los primeros años sesenta del pasado siglo y ficciona una sociedad totalitaria, partiendo del supuesto de que Hitler venció. El esqueleto de la narración es previsible: el mundo está dividido en dos grandes bloques, uno dominado por la esvástica, que sojuzga a sus habitantes extendida por todo el planeta, y el denominado «bloque amarillo» o shakubuku (japoneses y chinos).

El principal protagonista, Albin Totila Höllriegel, un funcionario austríaco, rabdomante, empleado del Ministerio de Sanidad del Reich, ha recibido el encargo de hacer estudios radioestésicos para lo que debe trasladarse a diversos lugares. La idea parece ser presentar una panorámica del nazismo a partir de las vivencias de Höllriegel en sus desplazamientos, haciendo de paso un retrato psicológico prototípico del funcionario. Sin embargo nada de esto sucede. Cierto, el lector acompaña a Höllriegel en un viaje por laberínticos submundos —un eco de los asfixiantes y absurdos escenarios de Kafka— en el que conoce la personalidad del protagonista por su obsesión persecutoria por el sexo sado-masoquista, reducido a lo puramente instintivo y animal,. También asistimos a la megalómana ceremonia fúnebre de Hitler, que Basil sabe transmitir bien, recreando pomposas escenas históricas nacionalsocialistas, y a una memorable celebración de taberna donde se retrata el libertinaje y la perversión social. Pero esto no llega a cumplir ninguno de los objetivos esperados. La psicología de Höllriegel se agota en su primitivismo. En resumen, un mundo dominado por tiranos, donde una selecta élite de una raza de diseño, autoconsiderada superior, piensa por el ciudadano de a pie; una raza que tiene a su servicio a infrahombres. La guerra —civil en el propio territorio nazi y entre los dos grandes bloques a un tiempo— con armas de incalculable potencia: un panorama apocalíptico con excesivos momentos de sexo folletinesco. Ello no justifica cuatrocientas setenta y siete páginas. Basil confunde verdadero contenido por tediosa repetición. Quizá el mayor mérito de la novela radica en que el fantasmagórico (¿futurista?) mundo que pinta es imaginable sin necesidad de la intervención nacionalsocialista.

Loable el trabajo del traductor. 

© Anna Rossell

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