Peter Stamm, Tal día como hoy
LITERATURA SUIZO-ALEMANA DE NUEVA GENERACION
Peter Stamm,
Tal día como hoy
Traducción de José Aníbal Campos
El Acantilado, Barcelona, 2007, 225 páginas
17 Euros
Anna Rossell
Tal día como hoy, un día cualquiera, la vida puede dar un vuelco, tomar un rumbo distinto, cobrar sentido. Esto es lo que Peter Stamm (Weinfelden, Suiza, 1963) pretende sugerirnos con el título de su última novela, inspirada muy de cerca en la del francés Georges Perec, Un homme qui dort (Un hombre que duerme, Anagrama 1990), influencia que el autor suizo suscribe en la cita que incorpora a modo de preámbulo y reconocimiento. No son sólo los obvios paralelismos entre los protagonistas de ambos autores en estas dos novelas, es el existencialismo nihilista que emana de la obra de Perec el que parece impregnar en general el barro con que el suizo moldea sus personajes. Peter Stamm, dedicado al periodismo y a la literatura desde 1990, es autor de textos teatrales –también radiofónicos- y de novelas, cinco de las cuales han sido publicadas ya en España desde 2001 hasta ahora -Agnes, Lluvia de hielo, Paisaje aproximado, En jardines ajenos y Tal día como hoy-, las tres primeras también en catalán, por El Acantilado y Edicions dels Quaderns Crema respectivamente, dos editoriales que siguen cronológicamente la trayectoria de su prosa desde que en 1998 saliera a la luz el primer original alemán con el que Stamm debutó, Agnes. Un espectro que pone de manifiesto la temática por la que el autor se decanta preferentemente: la narración de biografías, masculinas o femeninas, que discurren llevadas por la simple inercia de haber nacido, trayectorias grises sin sentido ni emoción, acaso iluminadas por un destello de esperanza, de que una decisión radical de quien la protagoniza o un capricho del destino consigan, con un golpe de timón, reconducir una nave que iba
completamente a la deriva.
También Tal día como hoy glosa uno de estos tristes recorridos vitales: Andreas, suizo cuarentón residente en París desde hace dieciocho años, donde trabaja en un instituto de secundaria como profesor de alemán, es un personaje anodino y solitario, no por timidez ni introversión, sino por desafección humana. Su vida transcurre monótonamente en un día a día absolutamente rutinario en el que, reacio a cualquier apego sentimental, las únicas relaciones regulares que mantiene son las estrictamente sexuales con dos mujeres, Nadja –divorciada- y Sylvie –casada y madre de dos hijos- con las que tiene garantizada su codiciada independencia. Sólo la posibilidad de una muerte inminente, a partir de un diagnóstico médico a cuyas pruebas concluyentes Andreas no esperará, le harán tomar la decisión de buscar el sentido que le falta a su vida, por lo que lo abandona todo decidido a encontrar un frustrado amor de juventud, una historia por cierto que Andreas ha leído recientemente en un librito de lecturas para el aprendizaje del alemán –Amor sin fronteras-, como si de una réplica de su propia historia amorosa se tratara.
El buscado desarraigo del protagonista, sin amigos ni lazos familiares, su absoluta desidia espiritual e intelectual, el ateísmo que le caracteriza, el inmenso vacío existencial y el absurdo que es su vida son los ingredientes que remiten en parte a La educación sentimental, de Flaubert y a Sartre y a Camus, a quienes Stamm tiene indudablemente como punto de referencia –no es casualidad que uno de los pocos libros que el protagonista afirma haber leído sea precisamente de Camus-. Sin embargo la trama que fabula el autor suizo queda a gran distancia de los padres del existencialismo, del que aquél traza un esbozo pobre y esquemático. La novela de Stamm es un libro bien escrito, pero bastante insulso, que parece haber logrado sencillamente el objetivo de mejorar la calidad literaria de aquel folletinesco Amor sin fronteras, del que el propio Andreas afirma que era una historia “inverosímil y mal escrita”.
(En: La Vanguardia / Culturas)